Hay que recordar lo que fuimos para saber lo que somos

Por desgracia la Historia de nuestro país poco importa a los políticos de turno. Si permitimos esto, terminaremos sin saber qué fue España y dejaremos que el devenir de los sucesos actuales borre nuestra memoria.

jueves, 22 de julio de 2010

La Batalla de Bitonto



La Batalla de Bitonto (25 de mayo de 1734) fue una victoria del ejército español al mando del conde de Montemar sobre el austríaco del Príncipe de Belmonte, en las cercanías de esta localidad italiana. Supuso el fin del dominio austriaco sobre el reino de Nápoles, y la entronización de Carlos de Borbón como rey de Nápoles y Sicilia.
Además de ser una victoria total de los españoles, que acabaron con todo el ejército austriaco, fue importante porque se obtuvo sin participación de sus aliados franceses.
Antecedentes y despliegue
El 10 de mayo de 1734 el Infante don Carlos fue coronado rey de Nápoles después de un victorioso avance del ejército español y ante el que el virrey imperial decidió retirar el grueso de sus fuerzas hacia Puglia. Los dias siguientes el conde de Montemar se dedicó a ocupar los castillos vecinos a Nápoles, tras lo cual marchó a enfrentarse al virrey imperial.
El 25 de mayo ambos ejércitos se enfrentaron en Bitonto. Los austriacos, al mando del general Belmonte, ocupaban una posición fuerte, apoyada a la derecha en el monasterio de San Francisco de Paula y a la izquierda en otro convento. Una trinchera unía ambos puntos. Sus fuerzas eran de 6.000 soldados de Infantería y 2.500 de Caballería; de éstos, 200 hombres eran húsares del regimiento de Kiacker y el resto eran coraceros encuadrados en 24 escuadrones.
El conde de Montemar tenía 12 batallones de Infantería y 24 escuadrones de caballería procedentes de 8 regimientos (todos a tres escuadrones), además de los Carabineros Reales y los Granaderos Reales. El despliegue español era el siguiente:
• Izquierdo: en primera línea, los Carabineros Reales; detrás, los regimientos de Caballería de Extremadura, Malta y Andalucía.
• Centro: en primera línea, los 12 batallones de Infantería detrás, los regimientos de Caballería de Borbón, Milán y Flandes.
• Derecha: los Granaderos Reales, los regimientos de Dragones de Pavía y Francia, y 4 compañías de granaderos a caballo, extraidos de otros tantos regimientos de Dragones.
La batalla
Comenzó el avance el Regimiento de Guardias Españolas, que avanzaron irresistiblemente como en una parada por la derecha. Un testigo afirmó que "no se puede ver aire como el del Regimiento de Guardias Españolas." Por la izquierda avanzó Regimiento de Guardias Walonas.
Los imperiales lanzaron una carga de caballería, que fue destrozado por el Regimiento de la Corona, que llegó a capturar un estandarte enemigo, trofeo poco frecuente en un cuerpo de Infantería. Aprovechando el desconcierto enemigo, los Carabineros Reales se lanzaron sable en mano contra los escuadrones de coraceros y húsares, dispersándoles. Al mismo tiempo, los regimientos de Dragones de Pavía y Francia cargaron sobre el convento de la izquierda:
"que por ser más inmediatos, por tener delante terreno menos imposible y porque transformaron en aves sus caballos, pudieron seguir a la izquierda y lograr parte en el honor de llegar cargando sobre uno de los conventos guarnecidos."
Ante este doble ataque, los imperiales sufrieron pánico y parte de las tropas abandonaron la línea, corriendo a refugiarse en ambos conventos en que apoyaban su despliegue, y en Bitonto, localidad situada detrás del despliegue imperial.
Los Carabineros Reales y los regimientos de Caballería de Malta, Andalucía y Extremadura se lanzaron en persecución de los austriacos en fuga, llegando hasta la ciudad de Bari, ante cuyas puertas un carabinero español llegó a matar a un centinela de esta plaza.
La vistoria española fue total.
Bajas y consecuencias
El día de la batalla, los imperiales perdieron más de 1000 muertos y varios miles de heridos y prisioneros. Al día siguiente, 26 de mayo, los imperiales refugiados en Bari se rindieron: 2.200 coraceros, 200 húsares, 23 cañones y los 24 estandartes de los regimientos de coraceros de Belmonte y Kakorsawa. Entre los trofeos obtenidos por el conde de Montemar se encontraban los pares de timbales "que habían sido ganados en Hungría y Serbia durante la guerra de Belgrado".
El general Belmonte literalmente se había quedado sin ejército. El desastre fue de tal mangnitud que tuvo que solicitar al conde de Montemar que pusiera en libertad bajo palabra a un oficial para que llevase a Viena la noticia de su derrota.
Como consecuencia de la batalla, el reino de Nápoles quedó definitivamente en manos españolas, si bien el rey Felipe V lo donó negligentemente a su hijo Carlos, en lugar de hacerlo regresar a la corona de España, de la que formaba parte desde la conquista de El Gran Capitán en 1504.

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