Hay que recordar lo que fuimos para saber lo que somos

Por desgracia la Historia de nuestro país poco importa a los políticos de turno. Si permitimos esto, terminaremos sin saber qué fue España y dejaremos que el devenir de los sucesos actuales borre nuestra memoria.

sábado, 30 de abril de 2011

Agustín de Argüelles Ávarez González




Agustín de Argüelles Álvarez González. (Ribadesella, 18 de agosto de 1776 - Madrid, 26 de marzo de 1844) apodado el divino por su oratoria durante las Cortes de Cádiz, fue un abogado, político y diplomático español.

Estudió Derecho en la Universidad de Oviedo, representando a esta ciudad en las Cortes de Cádiz además de ser Secretario de la Junta preparatoria. En ellas participó activamente en la redacción de la que sería la primera constitución española, destacando por sus intentos de abolición de la esclavitud y por su oposición al tormento como prueba judicial. Debido a su magnífica oratoria en las Cortes sería apodado el divino.

Con la vuelta de Fernando VII a España y la restauración absolutista, Argüelles fue enviado como presidiario a Ceuta en 1814 . Rehabilitado tras el pronunciamiento de Riego, fue nombrado Ministro de la Gobernación. Después del gobierno liberal se exilió a Inglaterra en 1823 y sobrevivió como bibliotecario de Lord Holland.

Agustín Argüelles presentó en 1811 una proposición para abolir la trata de esclavos. El diputado cubano Andrés Jáuregui se opuso radicalmente, amenazando con una sublevación contra España si se abolía el tráfico. Las amenazas de segregarse y de pedir la anexión a Estados Unidos marcaron las siguientes discusiones y votaciones, donde muchos de los diputados españoles y americanos se manifestaron contra la trata de esclavos y los cubanos, tanto los criollos como peninsulares, a favor

Tras la muerte de Fernando VII, regresó a España en 1834, participando en la redacción de la constitución de 1837. Fue diputado por Asturias y nombrado preceptor de Isabel II durante su minoría de edad por Baldomero Espartero, tras perder la votación en las Cortes Generales frente a éste para ser elegido Regente de España. Falleció en 1844.

martes, 26 de abril de 2011

Francisco de Vitoria




Francisco de Vitoria puede ser considerado como el primer pensador sobre el derecho internacional

Francisco de Vitoria (Burgos o Vitoria España; 1483/1486 - Salamanca, España; 12 de agosto de 1546), fraile dominico español.
La dignidad y los problemas morales de la condición humana fue el eje en torno al que se desarrolló su obra. Fue especialmente influyente por sus aportaciones jurídicas, aunque también tuvieron gran repercusión sus estudios sobre teología y sobre aspectos morales de la economía.
Fue el inspirador de la escuela de Salamanca, una variante muy influyente de la escolástica que, entre otras cosas, teorizó abundantemente sobre la economía desde un punto de vista moral. La doctrina católica de su tiempo tenía el afán de lucro de los comerciantes por pecado, y los comerciantes se dirigieron a él para solventar sus dudas pues, o dejaban el comercio, o se condenaban, lo que le indujo a tratar temas económicos. Según Vitoria el orden natural se basa en la libertad de circulación de personas, bienes e ideas. De esta manera los hombres pueden conocerse entre sí e incrementar sus sentimientos de hermandad. Esto implica que los comerciantes no son moralmente reprobables, sino que llevan a cabo un servicio importante para el bienestar general.
La escuela de Salamanca desarrolló varias teorías económicas muy influyentes posteriormente, como una teoría del precio justo basada en la escasez del bien e influida por la oferta y la demanda, separándose claramente de la teoría del precio según el coste de producción. Esta escuela también desarrolló la teoría cuantitativa del dinero, utilizada para explicar la alta inflación del siglo XVI.
Analizó las fuentes y los límites de los poderes civil y eclesiástico. Rechazó ideas medievales: las jerarquías feudales, la supremacía universal del emperador o del papa. Así, el poder civil está sujeto a la autoridad espiritual del papado, pero no a su poder temporal.
Se preocupó por los derechos de los indios. Su obra De indis recoge las relecciones en las que expresa su postura ante el conocimiento de diversos excesos cometidos en las tierras conquistadas en América. En ella afirma que los indios no son seres inferiores, sino que poseen los mismos derechos que cualquier ser humano y son dueños de sus tierras y bienes. Este es el inicio del Derecho de Gentes. Muy respetado por su valía intelectual (fue consultado por Carlos I) sus ideas y las de Las Casas fueron escuchadas en las Cortes y en 1542 se promulgaron las Leyes Nuevas de Indias, que ponían a los indios bajo la protección de la Corona. Después de su muerte, el propio las Casas y varios de sus discípulos (Cano, Soto, Carranza) protagonizaron la Junta de Valladolid (1550) donde se utilizaron contra Juan Ginés de Sepúlveda los argumentos de Vitoria sobre cuáles eran justos títulos para la conquista de América y cuales injustos, en la llamada polémica de los naturales.
Es uno de los principales teóricos del concepto de guerra justa. En De iure belli analiza los límites del uso de la fuerza para dirimir las disputas entre pueblos. Es lícito hacer la guerra, pero la única causa justa para comenzarla es responder proporcionadamente a una injuria. Por tanto no es lícita la guerra simplemente por diferencias de religión o para aumentar el territorio.
Estableció, en De potestate civili, las bases teóricas del derecho internacional moderno, del cual es considerado el fundador junto con Hugo Grocio. Fue uno de los primeros en proponer la idea de una comunidad de todos los pueblos fundada en el derecho natural, y no basar las relaciones internacionales simplemente en el uso de la fuerza. Mientras que Nicolás Maquiavelo consideraba al Estado como un conjunto moralmente autónomo (y que, por tanto, no podía ser juzgado según normas externas), en Vitoria nos encontramos con que su actuación en el mundo tiene límites morales.
Por último, fue el fundador de una escuela de importantes teólogos, principalmente dominicos, que tuvieron una importancia decisiva en el Concilio de Trento

lunes, 18 de abril de 2011

Félix Palacios y Bayá



Félix Palacios y Bayá[1] , Boticario de Madrid de finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII. Decidido partidario de la farmacia y la química experimental, se enfrentó a sus compañeros que seguían con el galenismo de Mesué y Dioscórides. Publicó la famosa Palestra farmacéutica, químico-galénica en 1706.
Para muchos autores, Palacios significa la introducción de las nuevas ideas de la química en España. Tiene una clara vocación docente o educativa para los boticarios, si bien no la dirije a los aprendices sino a los maestros boticarios. No obstante, su libro no sigue el sistema de aprendizaje de las cartillas, el de preguntas y respuestas para que el aprendiz de boticario pudiera aprenderse de memoria las definiciones y los conceptos del libro. Es el primer libro de Farmacia química en español y probablemente el más importante del siglo XVIII, con él se hizo que llegaran los conocimientos químicos a los boticarios por la ordenación de los métodos farmacéuticos, la simplificación de los medicamentos y la unificación de lo métodos operativos.

sábado, 16 de abril de 2011

La Batalla de Manzanillo



Crucero auxiliar Hornet

El 27 de junio de 1898, una flota estadounidense llegó a Manzanillo para bloquear su puerto, según las órdenes del almirante William T. Sampson. La flota estaba compuesta por tres cruceros auxiliares: el Hist (472 toneladas) con 1 cañón de 47 mm., 4 de 37 mm. y 1 ametralladora; el Hornet (425 T) con 2 cañones de 57mm., 1 de 47 mm. y 2 de 37 mm.; y el Wompatuck (462 T) con 3 cañones de 47mm. y 1 ametralladora.

El 30 de junio la flota estadounidense se encontró con la lancha cañonera española Centinela (30 T), armada con 2 ametralladoras de 37 mm. El pequeño buque fue alcanzado 25 veces, lo que produjo varios heridos y un muerto. Ante la imposibilidad de continuar la lucha, el alférez de navío Alderaguia ordenó retirarse y embarrancar para salvar al resto de la tripulación.
Tras esta pequeña escaramuza, la flota estadounidense decidió entrar en la bahía y destruir los barcos de guerra que hubiese.
En el puerto de Manzanillo se encontraba una flotilla de pequeños buques españoles, formada por: dos lanchas cañoneras, la Estrella (42 T) y la Guantánamo (42 T) y dos cañoneros, el Delgado Parejo (85 T) y el Guardián (65 T), que no podía moverse por una avería. A su mando estaban respectivamente, los tenientes de navío Joaquín Rivero, José Rivero, Ubaldo Serís y Carlos del Camino. El armamento de la flotilla se componía de 1 cañón de 57 mm., 3 de 42 mm. y 4 de 37 mm.
Además de estos barcos, en el puerto estaban fondeados el pontón María, un antiguo vapor de ruedas, y el vetusto cañonero Cuba Española, botado en 1870. Cada uno estaba armado con un viejo cañón de avancaga Parrot de 130 mm.
Los oficiales españoles planearon la defensa frente al potente adversario. Se formaron dos grupos: Uno formado por la Estrella, la Guantánamo y el Delgado Parejo, y otro formado por el resto de buques, que no podían navegar.
El primer grupo se dirigió hacia los cruceros estadounidenses, moviéndose en diferentes direcciones y cambiando rápidamente su rumbo. Gracias a esta táctica, los grandes, pero lentos, barcos estadounidenses no conseguían hacer blanco sobre los ágiles barcos españoles. Esta táctica también mantenía a los estadounidenses lejos de los demás barcos, que, seguros en puerto, no dejaban de disparar a sus adversarios.
Tras algo más de una hora de combate, el Hist se retiró con once impactos, seguido del Wompatuck con tres impactos, que remolcaba al Hornet, que con cinco impactos, había quedado a la deriva. Los daños en los buques españoles no fueron graves.
Los estadounidenses exageraron los informes de la batalla para justificar su derrota. Afirmaron haberse enfrentado a torpederos y cañoneros de gran tamaño y a poderosas baterías de costa; pero España no tenía destacado en Cuba ningún torpedero, y las únicas baterías de costa de Manzanillo consistían en 3 viejos cañones de 80 y 90 mm.

miércoles, 13 de abril de 2011

Antonio de Ulloa y de la Torre




Antonio de Ulloa y de la Torre (Sevilla, 12 de enero de 1716 - Isla de León, 3 de julio de 1795) fue un científico, militar y escritor español.
Hijo del economista mercantilista Isidoro de Ulloa Pérez. Con trece años se embarcó en el galeón San Luis, navío que zarpó de Cádiz rumbo a Cartagena de Indias, y con el cual regresó a Cádiz en septiembre de 1732. Ingresó en la Real Academia de Guardiamarinas de la marina española en 1733. En 1735 fue destinado, con el grado de teniente de fragata junto con su colega Jorge Juan y Santacilia, miembro de una Misión Geodésica Francesa, expedición científica dirigida por Pierre Bouguer, y patrocinada por la Academia de Ciencias de Francia para medir el arco de un meridiano en las proximidades de Quito (Ecuador), el viaje se inició el 26 de mayo de 1735, quedando en la ciudad de Cartagena de Indias con los académicos franceses quienes se retrasaron en la llegada varios meses.
En 1735 fue comisionado, con el grado de teniente de fragata, a la expedición francesa que midió un arco de meridiano en las proximidades de Quito. Junto a Jorge Juan, también miembro de la expedición, fue el descubridor del platino en el Chocó (Colombia) y participó en la revisión de las defensas de los puertos de El Callao y de la costa chilena.
Volvió a América como gobernador de Huancavelica (Virreinato del Perú) y superintendente de las minas de mercurio de la región (1758–1764), tratando de recuperar la productividad de la mina y enfrentándose con el gremio de mineros y los funcionarios del virreinato. Fue nombrado contraalmirante en 1760. A petición propia fue relevado de su cargo a finales de 1764 y se estableció en La Habana a la espera de un nuevo destino. Ulloa aprovechó su estancia en la isla de Cuba para elaborar un informe sobre el funcionamiento de las comunicaciones postales entre España y el Perú a raíz de la creación de la empresa estatal de los Correos Marítimos. En su Modo de facilitar los Correos de España con el Reyno del Perú escrito en 1765, no sólo se ponía de manifiesto la inviabilidad de la ruta existente, sino que también ofrecía una posible alternativa al respecto. Por aquel entonces, la correspondencia para América se enviaba desde La Coruña a La Habana, para su posterior reparto por todo el continente. Este trabajo nos describe a la perfección las dificultades por las que atravesaba la distribución del correo por la América meridional, problemas que se solventaron cuando en 1767 una nueva línea postal quedase inaugurada entre La Coruña y Buenos Aires.

La estancia de Ulloa en Cuba no duraría mucho tiempo y muy pronto tendría la oportunidad de desempeñar nuevamente responsabilidades de gobierno. Tras la Guerra de los Siete Años, y como compensación a las pérdidas sufridas por sus compromisos en el Pacto de Familia en la lucha contra Inglaterra, España recibió de Francia el territorio de la Luisiana. Antonio de Ulloa fue nombrado gobernador de la misma, tomando posesión del cargo el 5 de marzo de 1766, pero fue expulsado por los colonos franceses, que no aceptaron el dominio español y mucho menos la restricción del comercio a seis puertos peninsulares. Durante su mandato prohibió el comercio y la entrega de armas a los indios, pero no tuvo éxito en su reclamación de ayuda económica a la metrópoli.

Entre 1776 y 1778 participó en la organización de la flota del virreinato de la Nueva España (actual México) y la creación de un astillero en Veracruz. Estuvo al mando de la última gran flota de Cádiz al nuevo continente.

Alcanzó el grado de teniente general en 1779, pero su servicio activo no fue tan brillante como su carrera científica. Participó en el Gran Sitio a Gibraltar (1779) y en 1780, siendo comandante de la flota de Azores. Fracasó en la reconquista de la Florida, por lo que fue juzgado en una corte marcial que lo declaró inocente, pero le exoneró de sus responsabilidades de mando, tras lo cual fue designado director general de la Armada española, cargo que ocuparía hasta su muerte, en 1795.

Su hermano Fernando fue ingeniero jefe de las obras del Canal de Castilla. De su matrimonio con la limeña Francisca Ramírez de Laredo tuvo seis hijos, de los cuales Francisco Javier también se dedicó a las armas, tomando parte en la batalla de Trafalgar y llegando a ser ministro de Marina, director general de la Armada y capitán general.
Fue el fundador del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, el Observatorio Astronómico de Cádiz y el primer laboratorio de metalurgia del país; y miembro de la Real Academia sueca, la Academia de Berlín y correspondiente de la Real Academia de Ciencias de París. Fue también comendador de Ocaña en la Orden de Santiago.
Ulloa aprovechó su estancia en la Isla de Cuba en la elaboración de un informe sobre el funcionamiento de las comunicaciones postales entre España y el Perú a raíz de la creación de la empresa estatal de los Correos Marítimos. En su Modo de facilitar los Correos de España con el Reyno del Perú elaborado en 1765, no sólo se ponía de manifiesto la inviabilidad de la ruta existente, sino que también ofrecía una posible alternativa al respecto. Por aquel entonces, la correspondencia para América se enviaba desde La Coruña a La Habana, para su posterior reparto por todo el continente. Este trabajo nos describe a la perfección las dificultades por las que atravesaba la distribución del correo por la América meridional, problemas que se solventaron cuando en 1767 una nueva línea postal quedase inaugurada entre La Coruña y Buenos Aires.

domingo, 10 de abril de 2011

Real Expedición Filantrópica de la Vacuna






La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, conocida como Expedición Balmis en referencia al médico español Francisco Javier de Balmis, fue una expedición de carácter filantrópico que dio la vuelta al mundo y duró de 1803 hasta 1814. Su objetivo era en principio que la vacuna de la viruela alcanzase todos los rincones del por entonces Imperio español, ya que la alta mortandad del virus estaba ocasionando la muerte de miles de niños.

El Rey Carlos IV apoyó y sufragó con fondos públicos al médico de la corte Dr. Balmis en su idea de una vacunación masiva de niños a lo largo del imperio, ya que su propia hija la Infanta María Luisa había sufrido la enfermedad.

La expedición salió del puerto de La Coruña un 30 de noviembre de 1803. Esta es considerada la primera expedición sanitaria internacional en la historia.
En 1796 durante el momento de mayor extensión del virus de la viruela en Europa, un médico rural de Inglaterra, Edward Jenner, observó que las recolectoras de leche adquirían ocasionalmente una especie de «viruela de vaca» o «viruela vacuna» (cowpox) por el contacto continuado con estos animales, y que era una variante leve de la mortífera viruela «humana». Tomó esta leche vacuna y consiguió inocular a James Phipps, un niño de 8 años. El pequeño mostró síntomas de la infección de viruela vacuna pero mucho más leve y no murió. El resto de los niños inoculados respondieron sorprendentemente bien.

Jenner publica finalmente sus trabajos en 1798 y ya en diciembre de 1800, la vacuna había llegado a España, concretamente a Puigcerdá, de la mano del Dr. Puiguillem. Tanta celeridad,en un tiempo en que las noticias viajaban a caballo o en barco de vela da una imagen de la gravedad de los hechos.

Cinco años después de la publicación de este descubrimiento, en 1803, el Rey de España aconsejado por su médico de corte Dr Balmis, mandó organizar esta Expedición Filantrópica, para extender la vacuna a todos los dominios de Ultramar. Además en 1805 se promulga una Real Cédula mandando que en todos los hospitales se destine una sala para conservar el fluido vacuno.

Uno de los principales problemas que se presentaron a la hora de idear la expedición fue cómo hacer para que la vacuna resistiese todo el trayecto en perfecto estado. La solución se le ocurrió al mismo Balmis: llevar en el viaje a un número de niños, e ir pasando cada cierto tiempo la vacuna de uno a otro, mediante el contacto de las heridas.

La operación se comenzó con el flete de la corbeta María Pita que llevaba a 22 niños huérfanos (de entre 8 y 10 años) que habían sido inoculados con la vacuna aún viva en su cuerpo; Balmis, un prestigioso cirujano; 2 médicos asistentes, 2 prácticos, 3 enfermeras y la rectora del orfanato, Casa de Expósitos de La Coruña,Isabel López de Gandalia. Se puede entender globalmente como «una caravana infantil con rumbo al Nuevo Mundo para transportar la vacuna y prevenir las epidemias de viruelas. Dando como resultado uno de los viajes más extraños que tiene como protagonista a la medicina y a la ciencia en el siglo XIX».[3]

La misión consiguió llevar la vacuna hasta las Islas Canarias, Colombia, Ecuador, Perú, México, las Filipinas y China.El barco llevaba instrumental quirúrgico e instrumentos científicos, así como la traducción del Tratado práctico e histórico de la vacuna, de Moreau de Sarthe, para ser distribuido por las comisiones de vacunación que se fundaran.

La expedición no necesitó vacunar a la población de Puerto Rico ya que fue llevada a la isla desde la colonia danesa de Saint Thomas.

Capitanía General de Venezuela
La expedición se dividió en La Guaira.

José Salvany y Lleopart, el segundo cirujano, se adentró en la actual Colombia y el Virreinato del Perú (actualmente Panamá, Colombia, Ecuador, Perú, Chile y Bolivia). Les tomo siete años recorrer el territorio y los esfuerzos del viaje se llevaron la vida del propio Salvany, que murió en Cochabamba en 1810.
Balmis por su parte volvió a Caracas y más tarde a la La Habana. El poeta local Andrés Bello incluso escribió una Oda a Balmis.

Nueva España (1805)

En el territorio del actual México, Balmis tomo 25 huérfanos para que mantuvieran la vacuna viva durante la travesía del Océano Pacífico, a bordo del navío Magallanes. Partieron del Puerto de Acapulco rumbo a Manila el 8 de febrero de 1805.

Capitanía General de Filipinas
En las Filipinas la expedición recibió una importante ayuda de la Iglesia para organizar las vacunaciones de indígenas. Finalmente, Balmis descartó volver a tierras mexicanas con el grueso de la expedición y siguió avanzando hacia la China.


China
Conociendo que la vacuna no había alcanzado China, Balmis solicitó y le fue concedido el permiso para marchar hacia Macao, partiendo de Manila el 3 de septiembre de 1805.
Balmis arribó finalmente y tras un accidentado viaje a la colonia portuguesa de Macao; y el 5 de octubre de ese mismo año se adentró en territorio chino vacunando hasta llegar a la provincia de Cantón.

Regreso a la metrópoli
En su camino de vuelta a España, Balmis consiguió convencer a las autoridades británicas de la isla de Santa Helena (1806) para que tomasen la vacuna.


El propio descubridor de la vacuna de la viruela Edward Jenner escribió sobre la expedición:
"No puedo imaginar que en los anales de la Historia se proporcione un ejemplo de filantropía más noble y más amplio que este."

Sobre el mismo hecho Humboldt escribía en 1825:
"Este viaje permanecerá como el más memorable en los anales de la historia."

viernes, 8 de abril de 2011

La Guerra de Margallo



La "Guerra de Margallo" o Primera Guerra del Rif es una campaña casi desconocida y bastante marginada de las guerras de España en Marruecos, que tuvo lugar entre 1893 y 1894. En este caso la lucha no fue contra el sultanato de Marruecos, como ocurriera 34 años antes en la llamada Guerra de África de 1859 a 1860, sino contra las tribus o cabilas que rodeaban Melilla.
El nombre de Guerra de Margallo viene del apellido del entonces gobernador de Melilla, Juan García y Margallo, quien añadió la gota final en las tensas relaciones entre españoles e indígenas al comenzar la construcción de una fortificación cerca de la tumba de una persona santa para aquellas tribus. De este modo, en poco tiempo un grupo de unos 6.000 guerreros descendieron de las montañas para rodear y sitiar la ciudad de Melilla.
Tras la guerra de 1859 España había aumentado notablemente sus territorios en el norte de Marruecos, incluyendo Ceuta y Melilla, que habían aumentado su terriorio a costa de los circundantes. Esto se aprovechó para intentar aumentar las defensas en ambas ciudades, que se consideraban notablemente vulnerables. Estas obras se vieron incrementadas en presupuesto y velocidad de construcción gracias a que la prensa aireó ciertos incidentes en el norte de África. Entre ellos destaca la captura de seis comerciantes españoles por parte de algún grupo armado en el norte de Marruecos. El equipo de rescate compuesto por el cañonero Isla de Luzón llegó a la conclusión de que los seis habían sido ya vendidos como esclavos. De esta forma los esfuerzos para aumentar las defensas de la ciudad de Melilla se incrementaron, especialmente en Peuta de Cabiza y Punta Dolossos.
Sin embargo, una de estas construcciones fue a llevarse a cabo cerca de la tumba de un santo de las cabilas, Sidi Guariach, colmando los ánimos de los nativos dentro de un ambiente ya tenso de por sí.
La guerra comenzó cuando el 3 de octubre unos 6.000 guerreros, procedentes de 39 cabilas y armados con rifles Remington, descendieron de las montañas y atacaron a los cerca de 400 soldados que guardaban la periferia de la ciudad. Los soldados lucharon durante todo el día sufriendo 20 muertos, mientras la ciudad se aprestaba a la defensa y sus ciudadanos se refugiaban detrás de las murallas. Aunque se organizó una milicia civil para ayudar en la defensa, la gran desproporción en número de atacantes y defensores era tal que finalmente estos últimos se vieron obligados a retirarse.
Debido a la ausencia de armamento pesado los atacantes trataron de tomar la ciudad asaltándola a cuerpo descubierto y escalando las murallas. Pese a la escasez de soldados que tenía la ciudad (400 y la recién formada milicia ciudadana), al contrario que los bereberes, los españoles sí tenían armamento pesado. La artillería, unida a los modernos fusiles Mauser que portaban los infantes españoles, causó en los atacantes cerca de 160 bajas, obligándoles a retirarse. Rechazado ese día el primer ataque, la artillería comenzó a castigar las tribus rebeldes, pero uno de esos disparos acertó en una de las mezquitas con tan mala suerte que logró derruirla. Este incidente convertiría la rebelión en una guerra santa.
En España la reacción no se hizo esperar y se puso en alerta la flota, se movilizó el ejército de Andalucía y se envió el acorazado Numancia y dos cañoneras: el Isla de Cuba y el Conde de Venadito. Además, 3.000 soldados fueron trasladados a los puertos, listos para ser embarcados. Las bajas totales de ese día para los españoles ascenderían a 21 muertos y 100 heridos. Al día siguiente, día 4, el Numancia bombardeó numerosas de las tribus rebeldes. Así mismo, nueva artillería llegó hasta Melilla.
Por su parte la noticia de la mezquita destruida por la artillería se extendería por todo Marruecos, comenzando a llegar gente de todo el país para unirse a la yihad, así para el día 5, las fuerzas marroquíes ya se componían de unos 20.000 hombres desmontados y 5.000 a caballo.
En las semanas siguientes se mantuvo una calma tensa mientras la diplomacia actuaba. El sultán de Marruecos Hassan daba la razón a España en los términos de su derecho a la defensa y su derecho a la construcción de dichas fortificaciones. Sin embargo, la ausencia de firmeza y de ganas a la hora de pacificar a sus propios conciudadanos enfurecía al gobierno español, que se encontraba envuelto en una delicada situación, con su ejército y economía cargando con todo el peso de las operaciones, mientras el sultanato no hacía nada por restablecer la situación. Finalmente el sultán envió un contingente al mando de Baja-el-Arbi para restablecer el orden, pero fueron derrotados, empeorando aún más las relaciones con el sultanato.
Durante todo este tiempo y las semanas siguientes la lucha se centró en los fuertes de Camellos y San Lorenzo, hasta que los rifeños consiguieron destruirlos. De modo que el gobernador, Margallo, envió un nuevo contingente y trabajadores para cavar nuevas trincheras en los fuertes de Cabrerizas y Rostro Gordo, más defendibles al estar al amparo de la artillería de la ciudad.
El 22 de octubre el cañonero Conde de Venadito entró por el río Ouro y disparó 31 salvas a las trincheras de los rifeños y regresó al puerto de Melilla sin ningún daño. El 27, 5.000 bereberes atacaron la colina Sidi Guariach, que, pese al apoyo de los cañones del Venadito y de las baterías de la ciudad, lograron tomar, obligando al gobernador Margallo y al general Ortega a abandonar los fuertes e internarse en la ciudad.
Al día siguiente, día 28, el general Margallo organizó un contraataque destinado a recuperar las fortificaciones de Cabrerizas y Rostro Gordo. Al mando de 2.000 soldados, se enfrentó a los 3.000 rifeños allí atrincherados, a los que pronto se unieron otros 6.000 de refuerzo. Con este nuevo refuezo, estos intentaron flanquear a los españoles. Margallo interpretó este hecho erroneamente, pensando que el centro de los rifeños se dispersaba presa del pánico, de modo que ordenó cargar contar las trincheras rifeñas, siendo rechazado con terribles bajas. En ese momento parece que comenzó a darse cuenta de la realidad de la situación y comenzó a sopesar la retirada, pero minutos más tarde fue abatido de un disparo en la cabeza. Ante esta dramática situación de poco sirvieron las actuaciones del general Ortega en la retaguardía para evitar la desbandada, ya que en poco tiempo las tropas españolas comenzaron a huir en completo desorden hacia la ciudad. Durante esta acción destacó un joven y por entonces desconocido teniente llamado Miguel Primo de Rivera, quien más tarde sería recompensado por sus acciones con la más alta distinción, la Cruz Laureada de San Fernando y la promoción a capitán. Según el informe oficial español las bajas de esta acción fueron 70 muertos, incluyendo al propio gobernador, y 122 heridos; sin embargo, diversas fuentes apuntan a que las bajas reales fueron mucho mayores. Por otra parte, un rumor creció posteriormente sobre esta acción: se dijo que fue el propio Primo de Rivera quien disparó en la cabeza a Margallo, pero ninguna prueba lo sustenta y todo apunta a que fue un rifeño quien lo hizo mientras el general comprobaba la situación.
Las noticias de la derrota convencieron al gobierno de mandar ese mismo día otros 3 regimientos de caballería y cuatro batallones de infantería más de refuerzo. Así el 29 se vuelve a intentar otro ataque, éste bajo el mando del general Ortega, con 3.000 soldados, logrando su objetivo y expulsando a los rifeños de sus trincheras en Cabrerizas. Pese al éxito parcial de esta última acción, no se logra romper el cerco a la ciudad.
Con la llegada de los cruceros Alfonso XII e Isla de Luzón, España comenzó a aplicar sobre las posiciones moras toda su potencial naval, sometiéndolas a un intenso bombardeo sin descanso desde la costa. El bombardeo fue de tal intensidad que el día 6 de noviembre los rifeños enviaron una delegación con una propuesta para comenzar las negociaciones de paz. Cuando los españoles comprobaron que los moros no estaban dispuestos para la rendición se reinició el bombardeo noche tras noche, usando por primera vez en la historia reflectores eléctricos para localizar objetivos.
En España, la hasta ahora aletargada maquinaria militar comenzó a despertar, recibiendo el general Macías, sucesor de Margallo, sufientes tropas para retomar el control de la situación y reconstruir las defensas de Melilla. Así, el 27 de noviembre el general Martínez Campos llegaría a Melilla al mando de más de 7.000 efectivos, suficientes ya para formar 2 cuerpos de ejército. En abril de 1894, Martínez Campos se reunió con el embajador de Marruecos para negociar directamente la paz con el sultán de Marruecos.
Las potencias europeas observaron desde la lejanía pero con mucha atención los acontecimientos que se desarrollaban en Marruecos. Francia, que buscaba un aliado para sus propios planes en la región, animó a España a expandir su territorio por Marruecos. Madrid, sin embargo, poco interesada en crear un imperio en África y cuidadosa para no enfurecer al Imperio británico (que veía la extensión territorial de España por el estrecho de Gibraltar con alarma), sólo solicitó aquellos territorios que el sultán estuviese dispuesto a ceder. Esto no desalentó las ambiciones francesas, resultando posteriormente, en el Tratado de Fez de 1912, Marruecos dividido en dos: una parte para España y otra para Francia.
Asimismo, a consecuencia de esta pequeña guerra se le concedió a Melilla su propio cuerpo de la Guardia Civil.

lunes, 4 de abril de 2011

Emilio Bonelli y Hernando





Emilio Bonelli nació en 1855 en Zaragoza siendo hijo de un ingeniero agrónomo de origen italiano y de Dª Isabel Hernando. Fue bautizado en la parroquia de San Gil. Con gran facilidad para los idiomas, tras quedar huérfano, entró a trabajar de traductor para la embajada española en Rabat cuando sólo tenía 14 años cobrando 50 pesetas al mes.

Llamado a filas, a los veinte años accedió a la Academia de Infantería de Toledo y se graduó como oficial del ejército. Tras unos viajes por Marruecos le presenta al Ministro de la Guerra una propuesta para establecer contacto oficial con la población nómada de la costa sahariana que permitiera crear bases para los pescadores canarios en una zona que nunca había pertenecido a Marruecos. El ministro desechó su idea pero Bonelli salió directo de su despacho y se encaminó al palacio de Buenavista para exponer sus ideas al Presidente del Consejo de Ministros Cánovas del Castillo el cual le recibió sin solicitud previa y le otorgó su confianza.

Emilio Bonelli había pedido actuar en solitario provisto "sólo de chilaba, babuchas, morral, una tetera y una pipa de kifi". Desembarcó en 1884 en los alrededores de Villa Cisneros, ciudad que fundó posteriormente, y gracias a su dominio del árabe y su habilidad diplomática consiguió la adhesión de las tribus nómadas que permitieron la Declaración de Protectorado Español del Sahara Occidental ese mismo año.

La ocupación del Sahara sólo le costó al estado español la cantidad de 7.500 pesetas que salieron del fondo de gastos secretos a disposición de la Presidencia del Consejo.

A partir de 1887 hizo varios viajes científicos y de exploración por la zona de Rio Muni partiendo de la colonia española de la isla de Fernando Poo con el mecenazgo del Marqués de Comillas.

Fue nombrado vicepresidente de la Liga Africanista Española, cargo que ejerció hasta su muerte.

Publicó diversos libros sobre sus exploraciones: El Imperio de Marruecos en 1882, El Sáhara en 1887 y Guinea Española, nuevos territorios en África.

domingo, 3 de abril de 2011

Los Trece de la Fama




Francisco Pizarro inició la conquista del Perú en 1524 con ciento doce hombres y cuatro caballos en un sólo navío. Sus socios Diego de Almagro y Hernando de Luque se quedaron en Panamá con la misión de contratar más gente y salir posteriormente con ayuda y víveres en pos de Pizarro. Durante esta época mantuvieron duros enfrentamientos con los indios de la costa sur de Panamá donde Pizarro recibió hasta siete lanzadas y Almagro perdió un ojo que le quebraron de un flechazo.
A finales de septiembre de 1526, cuando habían transcurrido dos años de viajes hacia el sur afrontando toda clase de inclemencias y calamidades, llegaron a la isla del Gallo exhaustos. El descontento entre los soldados era muy grande, llevaban varios años pasando calamidades sin conseguir ningún resultado. Pizarro intenta convencer a sus hombres para que sigan adelante, sin embargo la mayoría de sus huestes quieren desertar y regresar. Allí se produce la acción extrema de Pizarro, de trazar una raya en el suelo de la isla obligando a decidir a sus hombres entre seguir o no en la expedición descubridora. Tan solo cruzaron la línea trece hombres: los "Trece de la Fama", o los "Trece caballeros de la isla del Gallo".
Sobre la escena que se vivió en la Isla del Gallo, luego que Juan Tafur le trasmitiera la orden del gobernador Pedro de los Ríos, nos la cuenta el historiador José Antonio del Busto:

El trujillano no se dejó ganar por la pasión y, desenvainando su espada, avanzó con ella desnuda hasta sus hombres. Se detuvo frente a ellos, los miró a todos y evitándose una arenga larga se limitó a decir, al tiempo que, según posteriores testimonios, trazaba con el arma una raya sobre la arena:
«Por este lado se va a Panamá, a ser pobres, por este otro al Perú, a ser ricos; escoja el que fuere buen castellano lo que más bien le estuviere».
Un silencio de muerte rubricó las palabras del héroe, pero pasados los primeros instantes de la duda, se sintió crujir la arena húmeda bajo los borceguíes y las alpargatas de los valientes, que en número de trece, pasaron la raya. Pizarro, cuando los vio cruzar la línea, «no poco se alegró, dando gracias a Dios por ello, pues había sido servido de ponelles en corazón la quedada». Sus nombres han quedado en la Historia.

Pizarro y los Trece de la Fama esperaron en la isla del Gallo cinco meses por los refuerzos, los cuales llegaron de Panamá enviados por Diego de Almagro y Hernando de Luque, al mando de Bartolomé Ruiz. El navío encontró a Pizarro y los suyos en la Isla de la Gorgona, hambrientos y acosados por los indios. Ese mismo día, Pizarro ordenó zarpar hacia el sur.
Los Trece en la historiografía
El relato de los hechos ha pasado a la historia con tintes de leyenda, pues los distintos historiadores no coinciden en el exacto desarrollo del episodio ni en el número e identidad de los participantes.
La capitulación que Pizarro firmó con la reina Isabel en Toledo tres años después, en la que se concedió el título de hidalgos a los trece mencionados por lo mucho que han servido en el dicho viaje e descubrimiento,sugiere que fueron los mismos que permanecieron junto a él en la isla del Gallo, aunque algunos autores lo ponen en duda.Garcilaso de la Vega, quien asegura haber conocido personalmente a dos de los trece antes de su viaje a España en 1560, confirma la versión anteriormente expuesta,pero Antonio de Herrera y Tordesillas relata que la escena tuvo lugar a bordo del barco de Juan Tafur, y que fue éste y no Pizarro quien trazó la línea sobre la cubierta de la nave, que finalmente cruzaron 13 hombres y un mulato.
Pedro Cieza de León y Francisco López de Gómara coinciden en asegurar que eran trece, pero Pedro Pizarro los cuantifica en doce y Francisco de Xerez, escribano oficial de la expedición que se encontraba presente, aunque menciona el hecho sin entrar en detalles, sí dice que fueron 16 los que se quedaron con Pizarro.

Clements R. Markham, basándose en varios autores contemporáneos, da una relación de posibles participantes en el episodio:

Bartolomé Ruiz: Volvió a Panamá con el barco.
Pedro de Candía: Natural de Candía (Grecia), era el único no español.
Cristóbal de Peralta
Alonso Briceño
Nicolás de Ribera, tesorero de la expedición; llamado el viejo.
Juan de la Torre
Francisco de Cuellar
Alonso de Molina
C Z G
Domingo de Soraluce: Mencionado a veces como Soria Luce.
Pedro Alcón
García de Jarén (o Jerez)
Antón de Carrión
Martín de Paz
Diego de Trujillo; Zárate menciona a éste como Alonso de Trujillo.
Gerónimo (o Alonso) de Ribera
Francisco Rodríguez de Villafuerte. El primero en cruzar la línea, según Garcilaso.
Juan Roldán
Markham atribuye la mención de estos dos a un error de Balboa.
Blas de Atienza.