GABRIEL DE CASTILLA (1577 - 1620)
Militar español expedicionario en Chile y primer europeo en arribar a tierras antárticas más al sur del paralelo 64.
Gabriel de Castilla nació aproximadamente en 1585 y figura entre los conquistadores españoles de América del Sur. Era sobrino (¿o cuñado?) de Luis de Velasco, IX Virrey del Perú entre los años 1596 y 1604.
A finales del siglo XVI se encontraba en Méjico como capitán de artillería, y como tal participó en la defensa de San Juan de Ulúa. En 1595 pasó al Perú, donde su tío (¿o cuñado?) el virrey le nombró comandante en jefe de la plaza de El Callao con tal solo 18 años. Así mismo, le confió el mando de una columna de 215 hombres, bastante mal armados, con los que marchó a Chile para someter a los araucanos y con los que, a pesar de todo, consiguió derrotar a los indios en diversos combates entre 1596 y 1599. No obstante, Gabriel de Castilla necesitaba de más refuerzos, por lo que regresó al Perú.
De nuevo en el Perú, consiguió que el virrey le facilitase otros 140 hombres esta vez bien armados con arcabuces, cuatro cañones y siete mosquetes. Con esta nueva fuerza embarcó sus tropas en dos barcos con la intención de enfrentarse en las costas de Chile a varios piratas holandeses que habían aparecido por la zona. No encontró a los piratas, por lo que desembarcó su columna en Concepción en 1600, y contribuyó con sus soldados a afianzar el dominio español en aquellas regiones.
Zarpó de Valparaíso en marzo de 1603 al mando de tres naves: el galeón Jesús María, de 600 toneladas y 30 cañones; Nuestra Señora de la Visitación, que había pertenecido al corsario Richard Hawkins, y Nuestra Señora de las Mercedes, de 400 toneladas, en una expedición encomendada por su primo hermano el virrey del Perú, don Luis de Velasco y Castilla, para reprimir las incursiones de corsarios holandeses en los mares al sur de Chile.2
Esa flotilla habría alcanzado los 64° de latitud sur. No se han hallado aún en archivos españoles documentos que confirmen la latitud alcanzada y las tierras avistadas; sin embargo, el relato del marinero holandés y ex miembro de la desastrosa expedición de Jakob Mahu, Laurenz Claesz (en un testimonio sin fecha, pero probablemente posterior a 1607), documenta la latitud y la época. Claesz declara:
[haber] navegado bajo el Almirante don Gabriel de Castilla con tres barcos a lo largo de las costas de Chile hacia Valparaiso, i desde allí hacia el estrecho, en el año de 1603; i estuvo en marzo en los 64 grados i allí tuvieron mucha nieve. En el siguiente mes de abril regresaron de nuevo a las costas de Chile.2
Esta latitud no sería sobrepasada sino hasta 1773 por el famoso navegante británico capitán James Cook, quien descendió hasta los 71° 10' de latitud sur.2
Otro documento holandés, publicado en Ámsterdam en tres idiomas en 1622 afirma que a los 64º S hay tierra:
[...] muy alta y montañosa, cubierta de nieve, como el país de Noruega, toda blanca, que parecía extenderse hasta las islas Salomón.
Esto parece confirmar un avistamiento previo a la publicación.
Según otras fuentes, partió con el navío Buena Nueva que comandaba desde puertos del Cono Sur. De acuerdo con dichas fuentes, el relato de su viaje indica que en el verano austral de 1603 superó los 60º de latitud sur, y observó tierras montañosas cubiertas de nieve. Las coordenadas de sus descubrimientos indican que reconoció a las islas actualmente llamadas islas Shetland del Sur (a las que llamó, por su navío, "Islas de La Buena Nueva"), la parte septentrional de la península Antártica. Por las coordenadas que da y por la corografía (descripción de aspectos geográficos) que realiza es muy probable que hubiese llegado asimismo a las islas actualmente llamadas islas Melchior.
Otros historiadores atribuyen el primer avistaje de tierras antárticas al marino holandés Dirk Gerritsz, que habría encontrado las islas Shetland del Sur. Según su relato, su nave fue desviada de curso por una tormenta después de trasponer el estrecho de Magallanes, al regreso de una expedición de pillaje a la India, en 1599. Existen dudas sobre la veracidad del relato de Gerritsz.5
La Base Antártica Española Gabriel de Castilla situada en la isla Decepción (Islas Shetland del Sur), lleva su nombre. Fundada en el verano austral 1989-90, opera sólo en verano.
Vamos a ir desgranando y publicando historias y personajes que, por alguna razón, no son conocidas por el gran público. Hazañas, hechos y gentes que no han calado en la cultura general, pero que sin duda lo merecerían.
Hay que recordar lo que fuimos para saber lo que somos
Por desgracia la Historia de nuestro país poco importa a los políticos de turno. Si permitimos esto, terminaremos sin saber qué fue España y dejaremos que el devenir de los sucesos actuales borre nuestra memoria.
miércoles, 28 de julio de 2010
Gabriel de Castilla
lunes, 26 de julio de 2010
Eloy Gonzalo
Eloy Gonzalo, llamado El Héroe de Cascorro, (Madrid, 1 de diciembre de 1868 – Matanzas, Cuba, 18 de junio de 1897) fue un soldado español distinguido durante la Guerra de Cuba. [editar] Biografía Huérfano, se crió en la Inclusa de Madrid. Fue destinado al Regimiento de Infantería María Cristina núm. 63, en la localidad de Puerto Príncipe, provincia de Camagüey en Cuba, adonde llega en noviembre de 1895. El 22 de septiembre de 1896 una partida de unos tres mil insurrectos, al mando de Máximo Gómez y Calixto García, cercó la pequeña población de Cascorro, no lejos de Puerto Príncipe. El 26 de septiembre la situación del destacamento español se hizo tan comprometida que la única solución era volar un bohío desde el cual causaban graves daños a la guarnición. Eloy Gonzalo se presentó voluntario para prender fuego a la posición de los insurrectos cubanos. Dice la leyenda que pidió ser atado con una cuerda para que, si caía, su cuerpo pudiera ser recuperado. Así, armado con su fusil y con una lata de petróleo, y atado con una cuerda, se deslizó hacia las posiciones insurrectas, prendiéndoles fuego y regresando indemne a su posición, la cual fue liberada pocos días después por una columna española al mando del general Adolfo Jiménez Castellanos (1844–1929). Eloy Gonzalo tomó parte en más acciones militares, siendo condecorado con la Cruz de Plata al Mérito Militar, pensionada con 7,50 pesetas mensuales. Sin embargo, fallecería en el Hospital Militar de Matanzas a consecuencia de una enfermedad. Sus restos fueron repatriados y reposan en un mausoleo del Cementerio de la Almudena de Madrid junto a los de otros muertos durante los conflictos de Cuba y Filipinas. La gesta de Eloy Gonzalo apenas tuvo relevancia militar en la guerra. Sin embargo, la figura del héroe de Cascorro se hizo muy popular en Madrid probablemente por su condición de expósito y por la necesidad de exaltar un rasgo de heroísmo individual en una guerra. En el mismo año 1897 el Ayuntamiento de Madrid decidió homenajear a este héroe. Para ello, le dedicó una calle (la calle de Eloy Gonzalo) y levantó una estatua en el popular Rastro. La estatua fue esculpida por el escultor segoviano Aniceto Marinas e inaugurada en 1902 por el rey Alfonso XIII. Se trata de una estatua tremendamente descriptiva, que muestra a un soldado común, rifle al hombro, llevando una soga y una lata de petróleo. Más tarde, un acuerdo municipal del año 1913 bautizó esta plaza con el nombre de Nicolás Salmerón, nombre que conservó hasta que la popularidad del héroe dio paso a la denominación oficial de Plaza de Cascorro.... Es increíble, nota aparte, que esta bella estatua de Eloy Gonzalo en el Rastro de Madrid, este siempre rodeada de basura y cartones, ya que es el lugar donde los comerciantes de la plaza depositan las basuras.
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jueves, 22 de julio de 2010
La Batalla de Bitonto
La Batalla de Bitonto (25 de mayo de 1734) fue una victoria del ejército español al mando del conde de Montemar sobre el austríaco del Príncipe de Belmonte, en las cercanías de esta localidad italiana. Supuso el fin del dominio austriaco sobre el reino de Nápoles, y la entronización de Carlos de Borbón como rey de Nápoles y Sicilia.
Además de ser una victoria total de los españoles, que acabaron con todo el ejército austriaco, fue importante porque se obtuvo sin participación de sus aliados franceses.
Antecedentes y despliegue
El 10 de mayo de 1734 el Infante don Carlos fue coronado rey de Nápoles después de un victorioso avance del ejército español y ante el que el virrey imperial decidió retirar el grueso de sus fuerzas hacia Puglia. Los dias siguientes el conde de Montemar se dedicó a ocupar los castillos vecinos a Nápoles, tras lo cual marchó a enfrentarse al virrey imperial.
El 25 de mayo ambos ejércitos se enfrentaron en Bitonto. Los austriacos, al mando del general Belmonte, ocupaban una posición fuerte, apoyada a la derecha en el monasterio de San Francisco de Paula y a la izquierda en otro convento. Una trinchera unía ambos puntos. Sus fuerzas eran de 6.000 soldados de Infantería y 2.500 de Caballería; de éstos, 200 hombres eran húsares del regimiento de Kiacker y el resto eran coraceros encuadrados en 24 escuadrones.
El conde de Montemar tenía 12 batallones de Infantería y 24 escuadrones de caballería procedentes de 8 regimientos (todos a tres escuadrones), además de los Carabineros Reales y los Granaderos Reales. El despliegue español era el siguiente:
• Izquierdo: en primera línea, los Carabineros Reales; detrás, los regimientos de Caballería de Extremadura, Malta y Andalucía.
• Centro: en primera línea, los 12 batallones de Infantería detrás, los regimientos de Caballería de Borbón, Milán y Flandes.
• Derecha: los Granaderos Reales, los regimientos de Dragones de Pavía y Francia, y 4 compañías de granaderos a caballo, extraidos de otros tantos regimientos de Dragones.
La batalla
Comenzó el avance el Regimiento de Guardias Españolas, que avanzaron irresistiblemente como en una parada por la derecha. Un testigo afirmó que "no se puede ver aire como el del Regimiento de Guardias Españolas." Por la izquierda avanzó Regimiento de Guardias Walonas.
Los imperiales lanzaron una carga de caballería, que fue destrozado por el Regimiento de la Corona, que llegó a capturar un estandarte enemigo, trofeo poco frecuente en un cuerpo de Infantería. Aprovechando el desconcierto enemigo, los Carabineros Reales se lanzaron sable en mano contra los escuadrones de coraceros y húsares, dispersándoles. Al mismo tiempo, los regimientos de Dragones de Pavía y Francia cargaron sobre el convento de la izquierda:
"que por ser más inmediatos, por tener delante terreno menos imposible y porque transformaron en aves sus caballos, pudieron seguir a la izquierda y lograr parte en el honor de llegar cargando sobre uno de los conventos guarnecidos."
Ante este doble ataque, los imperiales sufrieron pánico y parte de las tropas abandonaron la línea, corriendo a refugiarse en ambos conventos en que apoyaban su despliegue, y en Bitonto, localidad situada detrás del despliegue imperial.
Los Carabineros Reales y los regimientos de Caballería de Malta, Andalucía y Extremadura se lanzaron en persecución de los austriacos en fuga, llegando hasta la ciudad de Bari, ante cuyas puertas un carabinero español llegó a matar a un centinela de esta plaza.
La vistoria española fue total.
Bajas y consecuencias
El día de la batalla, los imperiales perdieron más de 1000 muertos y varios miles de heridos y prisioneros. Al día siguiente, 26 de mayo, los imperiales refugiados en Bari se rindieron: 2.200 coraceros, 200 húsares, 23 cañones y los 24 estandartes de los regimientos de coraceros de Belmonte y Kakorsawa. Entre los trofeos obtenidos por el conde de Montemar se encontraban los pares de timbales "que habían sido ganados en Hungría y Serbia durante la guerra de Belgrado".
El general Belmonte literalmente se había quedado sin ejército. El desastre fue de tal mangnitud que tuvo que solicitar al conde de Montemar que pusiera en libertad bajo palabra a un oficial para que llevase a Viena la noticia de su derrota.
Como consecuencia de la batalla, el reino de Nápoles quedó definitivamente en manos españolas, si bien el rey Felipe V lo donó negligentemente a su hijo Carlos, en lugar de hacerlo regresar a la corona de España, de la que formaba parte desde la conquista de El Gran Capitán en 1504.
jueves, 15 de julio de 2010
Pedro Messía de la Cerda
Pedro Messía de Cerda (Córdoba, 16 de febrero de 1700 - Madrid, 15 de abril de 1783) fue un noble, marino y militar español, II Marqués de la Vega de Armijo, Teniente General de la Real Armada y 5º virrey de Nueva Granada.
Después de correr caravanas, entró en la Orden Hospitalaria. Deseando servir en la recién creada Real Armada, sentó plaza de guardiamarina en Cádiz el 10 de junio de 1717. Recibió su bautismo de fuego en la expedición a Cerdeña con la escuadra del Marqués de Mari. También tomó parte en la conquista de Sicilia con la escuadra de Antonio Gaztañeta y en la acción que la siguió en cabo Passaro contra la escuadra del almirante Byng. Fue hecho prisionero y canjeado.
Al regreso a Cádiz en la división de Guevara, combatió en el apresamiento de una fragata de guerra británica. En 1719, en el Cantábrico y embarcado en la división de Rodrigo de Torres, luchó con una fragata y una balandra británica, apresándolas. Sobre el cabo de San Vicente combatió durante cinco horas contra tres navíos británicos de superior porte, que abandonaron el combate.
Hizo viajes con caudales desde América, con la flota mandada por Guevara y después el corso en el Mediterráneo contra buques berberiscos. Ascendió a alférez de fragata el 26 de noviembre de 1726, y con este grado embarcó en la escuadra de Rodrigo Torres, que operó por el Canal de la Mancha apresando cinco mercantes británicos. En la escuadra del general Cornejo, ya de teniente de fragata, concurrió a la expedición contra Orán con las tropas del duque de Montemar en junio de 1732.
Al año siguiente formó parte de una expedición a Italia en la escuadra del conde de Clavijo. Desembarcó con tropas de marina y tomó parte en diferentes hechos de armas. En 1735, ascendió a capitán de fragata, navegó por aguas de América, en la protección de la recalada en San Vicente e islas Terceras. Diez años más tarde y con el grado de capitán de navío tomó el mando del navío Glorioso en el que llevo adelante la famosa Travesia de Glorioso. A la altura de las islas Azores rechazó el ataque del buque inglés Warwick de 60 cañones y la fragata Lark, a los que desmanteló (25 de julio de 1747). A la altura de Finisterre volvió a rechazar otro ataque de un navio inglés, el Oxford, de 60 cañones, y de 2 fragatas de 24 y 20, pertenecientes a la escuadra del almirante Byng, logrando al fin entrar en Corcubión y desembarcar su carga (16 de agosto de 1747). Abandonó el puerto rumbo a Cádiz, y a la altura del cabo de San Vicente fue atacado sucesivamente por cuatro fragatas corsarias inglesas (King George y Prince Frederick, Duke y Princess Amelia) -que se retiraron destrozadas- y por el navío Darmouth de 50 cañones, el cual fue destruido por la artillería española, salvándose sólo 12 hombres. Finalmente, acosado por otro bajel inglés, el Russell de 80 cañones, y dos fragatas más, Messía de la Cerda rindió su navío al haber agotado sus municiones (19 de agosto de 1747). Por su proceder fue ascendido a jefe de escuadra, recibiendo también la llave de gentilhombre.
En marzo de 1750 recibió el mando de una fuerza naval destinada a combatir a los corsarios argelinos. La componían dos navíos y cuatro jabeques de nueva construcción. No se obtuvieron en esta campaña los resultados que se esperaban, y por defectos de construcción de los jabeques tuvo que continuarla sólo con los navíos. Tras un corto servicio en la escuadra del general Liaño, comandante general del departamento de Cartagena, reanudó el corso con los dos navíos primero y otra vez con los cuatro jabeques. En 1755 arbolando su insignia en el navío de línea Tigre y como comandante general de la escuadra del Mediterráneo, tomó el mando directo de una de sus dos divisiones, formadas por dos navíos, una fragata y cuatro jabeques. En 1757, ya teniente general, fue nombrado consejero del Supremo de Guerra.
El 13 de marzo de 1760 se le nombró virrey, gobernador y capitán general de Nueva Granada y presidente además de la Real Audiencia de Santa Fe, cargos de los que tomó posesión el 24 de febrero de 1761. Le acompañaba su médico personal, el celebérrimo José Celestino Mutis, uno de los más destacados científicos españoles de la Ilustración.
Messía encontró el virreinato en un estado caótico y las arcas vacías, tal como comunicó a la Corte en su primer informe. Estuvo 10 meses en Cartagena de Indias y encargó la restauración de las fortificaciones al general de ingenieros Antonio Arévalo. Una vez en Bogotá, aprobó la fundación del primer colegio femenino del Nuevo Mundo, y por mediación de Mutis dispuso la creación de cátedras de Matemáticas en los centros de enseñanza superior de Nueva Granada.
Fomentó la minería de plata en los yacimientos de Mariquita, a cuyo cargo puso a los hermanos Fausto y José Manuel Elhuyar, descubridores del wolframio. Para aumentar los ingresos de las cajas reales, estableció el estanco del aguardiente de caña y nacionalizó el servicio postal. Asimismo propuso la liberalización del comercio del Nuevo Mundo, que sería aprobada por el rey Carlos III algunos años después, el 12 de octubre de 1778.
Los nuevos impuestos, unidos a su propuesta de abolir la Audiencia de Quito, provocaron la doble rebelión de esta ciudad por la aristocracia criolla. En la primera, los rebeldes exigieron la abolición del estanco del aguardiente, pero en la segunda, envalentonados por la satisfacción de sus demandas, saquearon y mataron por toda la ciudad, llamando a la expulsión de todos los españoles. El virrey Messía, carente de tropas para reprimir los disturbios, tuvo que aceptar los hechos consumados.
En 1767, en cumplimiento de la Pragmática Sanción, supervisó la expulsión de los 187 jesuitas residentes en Nueva Granada. Dispuso igualmente que las bibliotecas jesuíticas fueran llevadas a Granada, y con sus fondos creó lo que luego sería la Biblioteca Bogotana, primera biblioteca pública de Nueva Granada.
Ante la falta endémica de pólvora para las guarniciones militares, ordenó la búsqueda exhaustiva de salitre, que fue hallado en Tunja y Sogamoso, y creó la Real Fábrica de Pólvora de Santa Fe.
Sus últimos años de gobierno estuvieron amargados por los disturbios en Quito y los choques con la Audiencia de esta ciudad. El 21 de diciembre de 1771 fue aceptada su renuncia al cargo, que se hizo efectiva el 31 de octubre de 1772, para regresar seguidamente a España.
martes, 13 de julio de 2010
La Batalla de Playa Honda
La batalla de Playa Honda fue un combate naval librado el 15 abril de 1617 frente a la costa de Filipinas entre la flota española bajo el mando de Juan Ronquillo y la flota holandesa del almirante Spielberg, en el contexto de la guerra de los ochenta años. El encuentro resultó en una victoria de las fuerzas españolas, que a cambio de la pérdida de un galeón consiguieron echar a pique 3 barcos holandeses, forzando la retirada de éstos.
La flota holandesa estaba cimpuesta por 10 naves bien pertrechadas;
SOL DE HOLANDA (capitana 700 toneladas , con 144 hombres de guerra , 47 piezas gruesas y 18 pedreros)
LUNA NUEVA (almiranta 600 toneladas, 32 piezas gruesas y 16 pedreros)
SOL VIEJO (600 toneladas, 32 piezas,18 pedreros)75 hombres de guerra
LEON ROJO (600 toneladas, 36 piezas,16 pedreros)
LUNA VIEJA (590toneladas, 35 piezas,12 pedreros) 90 hombres de guerra
FRESNE (500toneladas, 28 piezas,10 pedreros )94 hombres de guerra
ANGEL (500 toneladas,24 piezas,10 pedreros)83 hombres
DANOLAYS (400 toneladas ,32 piezas, 12 pedreros) 90 hombres
BERBER (400toneladas,32 piezas y 14pedreros)80 hombres
DONART (700 toneladas , por ser viejo no llevaba casi artillería y era buque auxiliar)
Por orden de Jerónimo de Silva (gobernador interino tras la muerte en abril de 1616 del gobernador Juan de Silva) y de Andrés de Alcaraz (encargado de asuntos militares) la flota española, 7 galeones y 3 galeras bajo el mando de Juan Ronquillo, partió del puerto de Cavite (Filipinas) el día 8 de abril. Cinco días después avistó a la flota holandesa, frente a Playa Honda, junto a la costa de la provincia de Zambales (región de Luzón Central).
Los holandeses fondearon en Ilo-Ilo , poniendo sus buques de costado contra las trincheras que el gobernador de Visayas , D.Diego de Quiñones , que contaba con 60 hombres y 7 cañones de campo ,habaia mandado construir con tierra y madera .Los holandeses batieron la posición todo el día y la madrugada del 29 desembarcaron 500 hombres al asalto . Pero fueron derrotados y a toda prisa reembarcaron y dados a la vela,se dirigieron a la gran bahía de Manila, pero de allí tambien se marcharon llendo al fin a fondear en el islote de Capones , situado en aguas de Playa-Honda . Por muerte de Juan Silva , asumía el mando en lo militar del archipiélago su primo , Jeronimo Silva ,se decidió que la escuadra que estaba en Cavite saliera al encuentro con los holandeses , y a su mando el general D. Juan Ronquillo y por almirante a D.Juan de la Vega;
SAN SALVADOR (capitana 46 cañones General Ronquillo)
SAN MARCOS (almiranta 42 cañones capitán Juan de la Vega)
SAN JUAN BAUTISTA (nao, 32 cañones capitán Pedro de Heredia)
SAN MIGUEL (31 cañones, Rodrigo de Guillistegui).
SAN FELIPE (27 cañones, Sebastián de Madrid).
SAN LORENZO (22 cañones, Juan de Acevedo).
3 galeras al mando de D. Alonso Enríquez (SAN ANTONIO,CARIDAD y VICTORIA )y 1 patache (capitán Andrés Coello)
Ambas escuadras tenían el mismo número de buques, pero muy diferentes siendo el tonelaje de la española inferior a la holandesa. En armamento también era inferior , la mayor parte de las piezas holandesas era de 18 libras, en ese calibre los españoles tenían 196 piezas y 26 pedreros (siendo el total de piezas 245 ). En lo que si era superior la flota española era en hombres de guerra 1.293.
La escuadra española dió vela el 13 de abril de 1617 hacia Playa-Honda. La capitana de Ronquillo mucho mejor buque que los demás se adelantó y pasó delante de todos los enemigos recibiendo su fuego y contestando a su vez con tanto acierto que 6 naves holandesas quedaron tocadas.
El día 15 se formalizó la batalla al amanecer ambas flotas muy proximas se produjo el combate cercano, el favorito de los españoles y se sucedieron los abordajes. El primero Juan Bautista de Molina abordó la nave más cercana. El segundo abordaje lo realizó Rodrigo de Guillestegui y el tercero Pedro de Heredia a quien le tocó en suerte la almiranta enemiga.
Juan de Acevedo abordo otro y Ronquillo al SOL DE HOLANDA de Spielberg, dándole cañonazos tan de cerca y a ras de flotación ,que al poco se hundió,pereciendo ahogada casi toda su tripulación. Guillestegui logró incendiar el galeón al que se había aferrado, y aunque acudió otro holandés a socorrelo y también se incendió este último. Así que en poco tiempo 3 de sus mejores buques se hallaban perdidos.
En socorro de la almiranta holandesa acudió otro navío y Pedro de Heredia se vió muy comprometido pero se libero del LUNA NUEVA que tenía a punto de la rendición y causo grave daño al recien llegado.
El combate duró todo el día, la noche llegó cerradisima y al amanecer ya no se veía ningún buque holandés.
Todo induce a creeer que la almiranta LUNA NUEVA se hundió pues quedo muy averiada. El resultado para los españoles no pudo ser mejor pues hundieron 3 buques, sin perdida propia realizada por los holandeses. Entre ellos el acreditado y famoso SOL DE HOLANDA, que en aguas de Perú había logrado dos años antes un sonoro triunfo.
Tan sólo Juan Manuel de la Vega, al mando del galeón español SAN MARCOS, encalló intencionadamente su barco frente a la costa de Ilocos mientras era perseguido por dos naves holandesas, incendiándolo después para que no cayera en manos enemigas.
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jueves, 8 de julio de 2010
El Glorioso
La Carrera del Glorioso, Los Combates del Glorioso o El Viaje del Glorioso es como se conoce a una serie de cuatro enfrentamientos navales que tuvieron lugar en 1747, durante la Guerra de la Oreja de Jenkins, y en el marco de la Guerra de Sucesión Austríaca, entre el navío de línea de la Real Armada Española Glorioso, de 70 cañones, y varios escuadrones de navíos y fragatas ingleses que trataban de capturarlo.
El Glorioso, que transportaba cuatro millones de pesos de plata desde América, consiguió repeler dos ataques ingleses, uno en las costas de las Azores, y otro más frente al Cabo de Finisterre antes de desembarcar su carga en el puerto gallego de Corcubión.
Varios días después de dejar su carga a buen recaudo, mientras navegaba hacia Cádiz para acometer reparaciones, el Glorioso fue atacado sucesivamente por cuatro fragatas corsarias inglesas, y por los navíos Darmouth y Russell, cerca del Cabo de San Vicente. En el transcurso de estos dos últimos enfrentamientos, el navío español dejó fuera de combate a las 4 fragatas, e hizo estallar al navío inglés Darmouth, muriendo casi toda su tripulación. Finalmente, el navío Russell, de 92 cañones, consiguió capturar al barco español tras agotar el Glorioso toda su munición.1 Los ingleses lo condujeron entonces a Lisboa, donde el Glorioso, tras ser detenidamente inspeccionado, fue desguazado debido a los enormes daños que había sufrido. El capitán español y la tripulación superviviente fueron llevados posteriormente a Gran Bretaña en calidad de prisioneros de guerra, ganándose la admiración de sus enemigos y siendo considerados héroes en España.
Como consecuencia de estos hechos, varios oficiales británicos fueron sometidos a un consejo de guerra y expulsados de la Royal Navy por incompetencia ante el enemigo.2 3
Primer y Segundo Combate
En julio de 1747 el navío de línea español Glorioso, botado en La Habana en 1740 y comandado por el Capitán don Pedro Mesía de la Cerda, regresaba a España desde América transportando un gran cargamento de pesos de plata en cantidad aproximada de cuatro millones. El martes 25 de julio, mientras navegaba próximo a la costa de la isla de Flores, en el archipiélago de las Azores, la tripulación del Glorioso distinguió entre la niebla a un convoy de buques mercantes ingleses. Cuando a mediodía la niebla comenzó a disiparse, los españoles divisaron diez buques británicos, tres de los cuales eran buques de guerra: el navío de línea Warwick, de 60 cañones, la fragata Lark, de 40 cañones, y un bergantín de 20 cañones.
De la Cerda ordenó prepararse para el combate, pero trató de evitarlo manteniéndose a barlovento para no arriesgarse a perder la carga y la tripulación de las que era responsable. Los ingleses, tras divisar al navío español decidieron perseguirlo, y a las 21:00 horas el bergantín, mucho más veloz, dió alcance al Glorioso y colocándose de través, abrió fuego contra su popa. El capitán español ordenó entonces trasladar dos cañones de 18 libras y dos de 24 a la popa del Glorioso impidiendo así al bergantín inglés acercarse demasiado.4 Después de un errático intercambio de fuego entre ambos barcos que duró toda la noche, a las 11:00 horas del día 26 los otros dos barcos de guerra británicos se encontraban ya cerca del buque español. El bergantín se apartó entonces, momento que aprovechó de la Cerda para dar de comer a sus hombres y permitirles descansar, aunque sin abandonar sus puestos. John Crookshanks, comandante de la escolta del convoy inglés, envió al bergantín de vuelta con los mercantes para protegerlos.
A las 14:00 horas se produjo un chubasco que dejó al Glorioso sin viento, aunque curiosamente no fue así para los barcos ingleses. Crookshanks ordenó a la fragata Lark, mucho más rápida, atacar al Glorioso con la esperanza de provocarle daños que relentizaran su marcha y permitir así al navío inglés darle alcance. Sobre las 21:00 horas, siendo el combate inevitable, el capitán español dió la orden de ponerse de costado presentando la banda de estribor a la fragata inglesa. El Glorioso cañoneó entonces a la Lark con tal contundencia que provocó en el buque inglés graves daños en el casco y el aparejo. La fragata inglesa se volvió ingobernable y se hundió poco después, en mitad de la noche. A pesar de todo, gracias al sacrificio de la Lark, el Warwick tuvo tiempo de dar alcance al navío español. El capitán de la Cerda ordenó entonces virar en redondo y presentar al navío inglés la banda de estribor, tratando de llevar el enfrentamiento a corta distancia. A las 02:00 horas, en plena madrugada, el Warwick abría fuego contra el Glorioso. Tras una hora y media de combate, el navío español había conseguido derribar el mástil principal del navío inglés y provocado serias averías en su aparejo, lo que obligó al Warwick a retirarse. El Glorioso tuvo cinco muertos (entre ellos dos civiles) y 44 heridos , además de sufrir cuatro impactos de bala de cañón en su casco y daños en el aparejo. Don Pedro Mesía, preocupado por la posibilidad de que hubiese más barcos de guerra británicos en la zona, decidió no rematar al navío inglés y proseguir su marcha hacia España. Según el informe del capitán español, el Glorioso efectuó un total de 406 cañonazos de a 24, 420 de a 18, 180 de a 8 y 4.400 disparos de fusil.
Tras tener el Almirantazgo Británico noticia de este enfrentamiento, Crookshanks fue sometido a un consejo de guerra por denegación de auxilio y negligencia en combate. Declarado culpable, fue expulsado de la Royal Navy.
Después de este primer combate, el Glorioso continuó navegando hacia España. Parte de los daños sufridos pudieron ser reparados durante la travesía, pero los más graves necesitaban ser reparados en puerto. El día 14 de agosto, ya en las proximidades del Cabo de Finisterre, en Galicia, el Glorioso tropezó con el navío de línea Oxford, de 50 cañones, la fragata Shoreham, de 24 cañones, y el bergantín Falcon, de 20 cañones, pertenecientes a la escuadra de John Byng. Los británicos atacaron al navío español, pero tras tres horas de combate y pese a estar dañado, el Glorioso puso en fuga a los barcos ingleses tras provocarles graves daños. Como había sucedido anteriormente con su compañero, el capitán Callis, del navío Oxford, fue sometido a un consejo de guerra. Pero a diferencia del comodoro Crookshanks, Callis fue absuelto y restituido con honor. El Glorioso perdió su bauprés y tuvo nueve bajas, pero dos días después, el 16 de agosto, consiguió arribar al puerto de Corcubión, desembarcando allí su cargamento.
Tercer y Cuarto Combate
En Corcubión, la tripulación del Glorioso pudo llevar a cabo las reparaciones imprescindibles para mantener el barco navegable. Tras esto, el capitán de la Cerda decidió poner rumbo al Ferrol, pero vientos desfavorables dañaron la arboladura del navío y obligaron a de la Cerda a poner rumbo a Cádiz. El Glorioso trató en todo momento de mantenerse alejado de las costas portuguesas para evitar en lo posible un nuevo enfrentamiento con naves inglesas.
A pesar de todo, el 17 de octubre, el Glorioso se encontró con un grupo de cuatro fragatas corsarias británicas bajo mando del comodoro George Walker en las proximidades del Cabo de San Vicente. Este escuadrón era conocido en el Reino Unido como The Royal Family (La Familia Real) debido a los nombres de las fragatas que lo componían: King George, Prince Frederick, Princess Amelia y Duke, que en conjunto transportaban 960 hombres y 120 cañones.
Tras el avistamiento, el viento cesó quedándose los buques parados. Pero sobre las 05:00 de la mañana, comenzó a soplar viento del Noroeste reiniciándose las maniobras de combate. A las 08:00 la King George, buque insignia del grupo, consiguió aproximarse al Glorioso e iniciar un intercambio de disparos con el navío español. Con su primera salva, el Glorioso derribó el mástil principal y desmanteló dos cañones de la fragata británica, teniendo que soportar la King George tres horas de duro castigo sin apenas margen de maniobra, perdiendo a siete hombres y sufriendo numerosos heridos. La Prince Frederick consiguió entonces acercarse, pero el Glorioso consiguió guardar las distancias. Finalmente, las fragatas restantes consiguieron unirse a la batalla, a la vez que se aproximaba también el navío Dartmouth, de 50 cañones. El capitán del Dartmouth, John Hamilton, consiguió dar alcance al Glorioso. Tras un furioso intercambio de disparos con el navío español, un cañonazo hizo blanco en la santabárbara del inglés, y el Darmouth saltó por los aires y se incendió, hundiéndose rápidamente. El capitán Hamilton y toda la tripulación (más de 300 hombres), salvo un teniente y 11 marineros, murieron. Los supervivientes fueron rescatados por varios botes de la fragata Prince Frederick.
El Glorioso siguió navegando en dirección a Cádiz, pero el 18 de octubre, se unió a las tres fragatas el navío de línea Russell, de 92 cañones. Inmediatamente las tres fragatas y el navío abrieron fuego, acribillando al Glorioso con toda su artillería. A pesar de todo, el navío español consiguió resistir la embestida británica durante toda la noche del 18 al 19 de octubre. Finalmente, en la mañana del día 19, con 33 muertos y 120 heridos a bordo, a punto de hundirse y desarbolado el Glorioso, exhausta la tripulación y agotada su munición, el capitán don Pedro Mesía de la Cerda consideró la defensa ya imposible y rindió el navío.
Después de la batalla los barcos británicos navegaron hacia Lisboa, llevándose al Glorioso con ellos. El navío español fue inspeccionado con vistas a integrarlo en la Royal Navy, pero debido a los enormes daños que presentaba, fue descartado y desguazado. El comodoro Walker, comandante de las cuatro fragatas corsarias, fue severamente reprendido por uno de los propietarios de la Familia Real por arriesgar su barco contra un enemigo superior. Walker, protestó amargamente por ello.
El capitán de la Cerda y sus hombres, que habían sido trasladados a bordo del Prince Frederick y el King George, fueron llevados a Gran Bretaña y recluidos en Londres, donde fueron objeto de admiración por parte de sus enemigos. De la Cerda fue posteriormente ascendido a Jefe de Escuadra (posteriormente Teniente General de la Real Armada y virrey de Nueva Granada) por su valor en combate y la tripulación española superviviente recibió el reconocimiento merecido a su regreso a España. La defensa de el Glorioso se ganó un lugar de honor en la historia naval española.
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miércoles, 7 de julio de 2010
El Tratado de Londres de 1604
El Tratado de Londres de 1604 fue un tratado de paz, firmado por España e Inglaterra en la ciudad de Londres el 28 de agosto de 1604 que marcó el final de la Guerra anglo-española de 1585-1604.
Las negociaciones tuvieron lugar en el Somerset House, por lo que el tratado es conocido también como la Conferencia de Somerset House. Las condiciones del tratado fueron favorables a España, pero a la vez España hubo de comprometerse a no intentar invadir Inglaterra.
En 1603, España e Inglaterra llevan casi 20 años en guerra, con enormes pérdidas para ambos países. Quitando dos victorias inglesas en los primeros momentos de la guerra (la expedición de Drake de 1587 y la de la Armada Invencible), los sucesivos enfrentamientos se contaban en victorias españolas. En 1589 la Armada Inglesa fue repelida en la costa de Portugal, con grandes pérdidas. Miles de soldados ingleses habían sido enviados a Francia y Flandes para luchar contra las tropas españolas, prácticamente sin éxito. Un levantamiento católico en Irlanda, apoyado ocasionalmente por España, desangraba Inglaterra de hombres, dinero y moral (Guerra de los Nueve Años). El tesoro inglés estaba agotado por la guerra, décadas de suministrar fondos a los rebeldes protestantes en Francia y Flandes, y problemas sanitarios (la peste) y alimentarios (malas cosechas).
Añadido a esto, los esfuerzos españoles para defender la Flota de Indias habían resultado exitosos: John Hawkins y Francis Drake murieron en 1595 en un desastroso ataque a Puerto Rico. En 1596, Cádiz fue atacada de nuevo por una flota combinada anglo-holandesa, lo que causó enormes daños en la ciudad, aunque los atacantes no pudieron llevarse el tesoro de la Flota de Indias. Otros ataques marítimos ingleses, como el intento de toma de las Azores en 1597, sólo cosecharon fracasos.
La situación en España tampoco era demasiado buena, tras décadas de guerra con los rebeldes holandeses, Francia, Inglaterra, y el Imperio otomano, unido al coste de mantener el ejército profesional, la marina, y la defensa de un imperio extendido por cuatro continentes. La situación fue agravada por una epidemia de peste en Castilla.
Tras la muerte de Isabel I de Inglaterra en 1603, su sucesor Jacobo I de Inglaterra impone una política menos belicosa, suspendiendo las hostilidades con España
En este contexto hay que entender que la promesa de Jacobo I de Inglaterra de no intervenir en los asuntos continentales fuera suficiente para Felipe III de España para firmar la paz. A cambio, España renunciaba a nombrar un rey católico para la corona de Inglaterra, e incluso a garantizar tolerancia inglesa al catolicismo.
Según las condiciones del tratado, Inglaterra renunciaba a prestar ningún tipo de ayuda a los Países Bajos, abría el Canal de la Mancha al transporte marítimo español, prohibía a sus súbditos llevar mercancías de España a Holanda o viceversa, y prometía suspender las actividades de los piratas en el Océano Atlántico. A cambio, España concedía facilidades al comercio inglés en las Indias españolas.
La renuncia de Inglaterra a continuar ayudando a los rebeldes holandeses fue la base de la tregua de 1609. Inglaterra y España continuaron en paz hasta 1624.
La delegación inglesa estuvo compuesta por:
Robert Cecil, conde de Salisbury (1563-1612), Secretario de Estado, Primer Ministro de Jacobo I.
Charles Blount, I conde de Devonshire (1563-1606), militar y Señor Teniente de Irlanda.
Thomas Sackville, primer conde de Dorset (1536-1608), Poeta y Secretario del Tesoro.
Henry Howard, I conde de Northampton (1540-1614)
Charles Howard (I conde de Nottingham) (1536-1624), Lord High Admiral.
Los delegados españoles provenían de los diferentes reinos entonces bajo dominio español:
Charles de Ligne, Conde de Aremberg.
Juan Fernández de Velasco y Tovar, Duque de Frías y Condestable de Castilla.
Jean Richardot, Presidente del Consejo Privado.
Alessandro Robida, Senador del ducado de Milán.
Louis Vereyken, Audencier de Bruselas.
Juan de Tassis y Acuña, Conde de Villamediana.
Texto del tratado en:
http://books.google.es/books?id=YdrziOQCoK8C&printsec=frontcover#v=onepage&q&f=false
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lunes, 5 de julio de 2010
La Contraarmada o Armada Inglesa
La Armada Inglesa (también conocida como la Contraarmada) fue una flota naval enviada a la Península Ibérica por la reina Isabel I de Inglaterra en 1589, durante la Guerra anglo-española de 1585-1604. Los anglosajones se refieren a ella como English Armada, Counter Armada o Drake-Norris Expedition. El objetivo de la armada inglesa era aprovechar la ventaja naval obtenida tras la derrota de la Grande y Felicísima Armada española el año anterior (1588), pero constituyó un rotundo fracaso de dimensiones comparables al de dicha Armada Invencible. La expedición era mandada por Sir Francis Drake (almirante) y Sir John Norreys (general), por lo que también se la conoce como la Expedición Drake-Norris de 1589.
El objetivo de Isabel I era aprovechar la debilidad temporal de España después de la derrota de la Armada Invencible, y obligar a Felipe II a aceptar sus términos de paz. Esto se pensaba conseguir quemando la flota española del Atlántico, desembarcando en Lisboa para causar una revuelta portuguesa contra Felipe II, y finalmente estableciendo una base permanente en las Islas Azores. De conseguirse el tercer objetivo, se intentaría robar los tesoros de la Flota de Indias en su ruta a Cádiz. Ninguno de los tres objetivos se consiguió.
Al igual que su predecesora española, la Armada Inglesa sufrió de exceso de optimismo, posiblemente influenciado por el exitoso ataque a Cádiz de Drake en 1587. Aun así, el plan principal consistía en destruir la flota española del Atlántico, en sus bases de La Coruña, San Sebastián y Santander.
La expedición fue pagada por una compañía con acciones, cuyo capital era de 80.000 libras. Del capital, un cuarto lo pagó la reina, un octavo el gobierno holandés y el resto varios nobles, mercaderes y gremios. Diversas preocupaciones logísticas, unidas al mal tiempo, retrasaron la salida de la flota. Otros problemas incluyen que los holandeses no proporcionaron los barcos de guerra que habían prometido, que el retraso causó que se consumiera un tercio de las provisiones, que sólo había 1.800 soldados veteranos frente a 19.000 voluntarios, y que no llevaban armas para sitiar ni caballería. Esto plantea dudas sobre las verdaderas intenciones de la gente a cargo de la expedición.
Al salir, la flota consistía en 6 galeones reales, 60 buques mercantes ingleses, 60 barcos pequeños holandeses y unas 20 pinazas. En total 170 naves, mucho mayor que la de la Armada invencible, compuesta por 137 barcos. Además de las tropas de tierra, embarcaron 4.000 marineros y 1.500 oficiales. El número total entre marineros y soldados llegó a los 23.000 tripulantes. Drake dividió sus barcos en 5 escuadrones, mandados respectivamente por él (en el Revenge), Norreys (Nonpareil), el hermano de Norreys, Edward (Foresight), Thomas Fenner (Dreadnought) y Roger Williams (Swiftsure). Junto con ellos, y en contra de las órdenes de la reina, navegaba el conde de Essex, Robert Devereux.
La mayoría de los barcos perdidos por España con la Armada Invencible eran barcos mercantes, y el núcleo de la armada (los galeones españoles) habían sido capaces de llegar a España sin demasiadas pérdidas, donde fueron reparados. El retraso en la salida, unido al temor de embarrancar en el Cantábrico, hizo que Drake prefiriera no atacar Santander, donde se llevaban a cabo la mayoría de las reparaciones. En su lugar, atacó La Coruña. Norreys tomó la ciudadela baja, matando a 500 españoles, y Drake destruyó algunos barcos menores, pero fueron finalmente rechazados. En la lucha se destacó María Pita.
El siguiente paso era fomentar el levantamiento portugués. La aristocracia portuguesa había aceptado a Felipe II como rey de Portugal en 1580. El pretendiente, el Prior de Crato, no habiendo sido capaz de establecer un gobierno en el exilio, pidió ayuda a Inglaterra. Isabel aceptó ayudarle, con el objetivo de disminuir el poder de España en Europa y de abrir las rutas comerciales a las Indias.
El Prior de Crato, heredero final de la Casa de Avis, no era un candidato demasiado bueno: carecía de carisma, su causa estaba comprometida por falta de legitimidad y tenía un oponente mejor visto por las cortes portuguesas, Catalina, Duquesa de Braganza. Norreys llegó a Lisboa, defendida por una guardia poco afecta a Felipe, pero el levantamiento no ocurrió y Lisboa no llegó a ser tomada. Al llegar los ingleses a Lisboa, su situación era dramática porque carecían de medios para forzar su entrada en la capital. Les faltaba pólvora y municiones, no tenían caballos ni cañones y se les habían agotado los alimentos.
El 30 de junio Drake capturó una flota de barcos comerciales hanseáticos, que habían roto el bloqueo inglés rodeando las islas por Escocia. Pero no sirvió para sufragar los gastos de la expedición porque para acallar las protestas de las ciudades de la Hansa, esos navíos tuvieron que ser devueltos con sus mercancías a sus legítimos propietarios.
Essex, el amante de la Reina Virgen", recibió orden de Isabel de volver a la corte. Perdida la ventaja de la sorpresa inicial, con la flota reducida por las tormentas y la tripulación cada vez más cansada y afectada por enfermedades (sólo quedaban 2.000 hombres capaces de luchar), se decidió que el objetivo de formar una base permanente en las Azores no era posible. Norreys volvió a Londres en tanto que Drake trataba en vano de robar los tesoros de la Flota de Indias. Tras otra tormenta, Drake saqueó Puerto Santo en Madeira, y ya de vuelta se detuvo en las rías bajas de Galicia para arrasar la indefensa villa de Vigo, tras lo cual volvió a Londres habiendo fracasado absolutamente en todos los objetivos mayores de la expedición.
La indisciplina dominó hasta el final en la flota de Drake. Al arribar a Plymouth el 10 de julio, la soldadesca se amotinó porque no aceptaban los cinco chelines que como paga se les ofreció. Y tan mal cariz tomó la protesta que para reprimirla ahorcaron a siete amotinados.
La expedición de la "Contraarmada" todavía hoy es considerada como una de los mayores desastres de la historia naval de la Gran Bretaña, sólo superado por la derrota sufrida en el sitio de Cartagena de Indias. De los más de 23.000 hombres que la formaron, habrá que descontar los 3.000 que huyeron al salir de Plymouth y los 2.000 que desertaron al zarpar de La Coruña, que hacen un total de 5.000. Pues bien, de los 18.000 que nos quedan, según el historiador británico M. S. Hume, sólo 5.000 regresaron vivos a Inglaterra. Es decir, más del 70 por 100 de los expedicionarios fallecieron en la empresa. Entre la oficialidad, las bajas mortales también fueron muy altas: el contraalmirante William Fenner, ocho coroneles, decenas de capitanes y centenares de nobles voluntarios murieron en aquella empresa. A estas pérdidas hay que añadir la destrucción o captura por los españoles de al menos doce navíos, y otros tantos se hundieron por temporales en el viaje de regreso.
Además de perder la oportunidad de atacar la flota española en horas bajas, los costes de la expedición agotaron el tesoro real de Isabel, recuperado durante su largo reinado. Entre los cañones capturados en La Coruña, los bastimentos y otras mercancías de variada índole confiscadas en Galicia y en Portugal, el total de botín no alcanzaba las 29.000 libras. Teniendo en cuenta que la inversión había superado las 160.000 libras, el negocio no podía ser más ruinoso. La guerra anglo-española fue muy costosa para ambos países, hasta el punto de que España tuvo que declararse en bancarrota en 1596, tras otro ataque a Cádiz.
Francis Drake quedó condenado a un casi total ostracismo tras el fracaso. Murió en 1595 en combates con españoles en el Caribe.
Después de la muerte de Isabel I (1603) y la llegada al trono de Jacobo I (rey de Escocia e hijo de María Estuardo) en 1603, éste hizo todo lo posible por terminar la guerra. La paz llegó en 1604, en el Tratado de Londres a petición inglesa, ya que no podían sostener más los costes de un conflicto que fue muy lesivo para la economía británica.
Tras la paz, España rehizo su flota, que rápidamente incrementó su supremacía marítima hasta extremos superiores a los de antes de la Armada Invencible. Dicha supremacía duró casi 50 años más hasta la Batalla naval de Las Dunas. Inglaterra fue capaz de consolidar su soberanía en Irlanda, además de establecer colonias en América del Norte.
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Carlos de Amézola
Carlos de Amézola, también Carlos de Amézquita, de Amézqueta o Carlos de Amésquita fue un marino español del siglo XVI.
En 1588 dio comienzo en Francia la Guerra de los tres Enriques, que enfrentó al rey Enrique III, al duque de Guisa y a Enrique III de Navarra por la Corona de Francia. Tras la muerte de los dos primeros, Enrique de Navarra, protestante, se convirtió en rey. Eso no podía ser tolerado por Felipe II de España, por lo que apoyó a la Liga Católica y envió un ejército (en el que se encontraba Amésquita) a Bretaña al mando de Juan del Águila.
Los ingleses, como protestantes y enemigos de España por la guerra que había comenzado en 1585, apoyaron a Enrique de Navarra y enviaron tropas a Francia.
En 1595 Juan del Águila decidió organizar una expedición de castigo contra Inglaterra. La expedición le fue encomendada a Amésquita, quien, al mando de tres compañías de arcabuceros, zarpó en cuatro galeras "Capitana", "Patrona", "Peregrina" y "Bazana", el 26 de julio. Tras recalar en Penmarch, desembarcaron en la Bahía de Mount (Cornualles) el 2 de agosto. Las milicias inglesas, que aglutinaban a varios miles de hombres y eran la piedra angular de la defensa inglesa en caso de invasión de tropas españolas, arrojaron las armas y huyeron presas del pánico. En dos días los españoles tomaron todo lo que necesitaban y quemaron las localidades de Mousehole, Paul, Newlyn y Penzance.También desmontaron la artillería de los fuertes ingleses y la embarcaron en las galeras.
Tras quemar la villa de Mousehole, Amésquita y sus soldados reembarcan en sus galeras y navegan dos millas más, después de lo cual desembarcan, toman y queman el fuerte de Penzance. Al final del día, celebraron una tradicional misa católica en suelo inglés, prometiendo construir una iglesia después de que Inglaterra fuera derrotada, embarcaron de nuevo, arrojaron a todos los prisioneros por la borda, hundieron un galeón de la Royal Navy que les había dado alcance y esquivaron una flota de guerra al mando de Francis Drake y John Hawkins que había sido enviada para expulsarlos.
Tras reembarcar de nuevo, fueron capaces de evitar la escuadra inglesa y holandesa que les persiguió, comandada por Francis Drake y John Hawkins... los mismos de la Gran Armada. Esta victoria, unida a una serie de derrotas inglesas, facilita la hegemonía española en Europa al firmar el tratado de Londres de 1604 durante varios años más.
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domingo, 4 de julio de 2010
Sancho Dávila y Daza. El Rayo de la Guerra.
Sancho Dávila y Daza (Ávila, 21 de septiembre de 1523 – Lisboa, 1583), apodado "El Rayo de la Guerra". Hijo de Antonio Blázquez Dávila, militar participante en el asedio de la fortaleza de Fuenterrabía (1521-1524), y de Ana Daza.
Comenzó su carrera militar en 1545, luchando con las tropas del emperador Carlos V contra los protestantes alemanes de la Liga de Esmalcalda en Alemania. Luchó también contra los turcos de Dragut en el norte de África, y posteriormente en Italia, junto al duque de Alba, contra el papa Pablo IV y los Duques de Guisa durante la última fase de las guerras italianas.
En el año 1560, ya bajo el reinado de Felipe II, participó en la defensa de la isla de los Gelves, donde fue hecho prisionero por los turcos y liberado en 1561. El 15 de julio de este mismo año fue nombrado capitán de infantería,aunque por demoras burocráticas su cargo no fue reconocido oficialmente hasta febrero de 1563. En 1562 se le nombró castellano de Pavía, en Italia.
Durante la guerra de Flandes sirvió como maestre de campo de los tercios españoles, primero bajo el mando del III duque de Alba Fernando Álvarez de Toledo, en cuyas funciones prendió al Conde de Egmont, y posteriormente de Luis de Requesens. En 1569 fue nombrado gobernador de la ciudadela de Amberes.En enero de 1570, por sus servicios en Flandes y mediante la intermediación del duque de Alba, Felipe II le concedió el hábito de la Orden de Santiago.
En el transcurso de esta guerra participó entre otras en las batallas de Dalen (1568), Goes (1572), Flesinga (1573), Borsele, Reimerswaal (1574), Mook (1574) y el llamado Saqueo de Amberes (1576). El 3 de octubre de 1576 las tropas holandesas entraron en la ciudad de Amberes, cuyos gobernadores les habían abierto las puertas, y tomaron posiciones para asaltar el castillo defendido por tropas españolas al mando de Sancho Dávila. Los amotinados, que habían rehusado anteriormente obedecer cualquier orden sin haber cobrado antes las deudas, al tener noticia del ataque, marcharon toda la noche en dirección a Amberes para ayudar a los sitiados. A pesar de que las tropas rebeldes eran mucho más numerosas, la guarnición del castillo y los españoles que vinieron a socorrerles el día 4 del mismo mes, se lanzaron al ataque por las calles de la ciudad haciendo huir a los holandeses. Algunos de ellos se refugiaron en el ayuntamiento de Amberes, que los soldados españoles incendiaron, propagándose las llamas por la ciudad. Acto seguido procedieron a saquear la ciudad durante tres días contándose los muertos por millares. Este trágico suceso es conocido como Furia Española en los países protestantes. Este saqueo fue motivado porque las tropas españolas llevaban, en algún caso, dos años y medio sin obrar sus pagas. La indignación de las provincias y el Consejo de Estado por el saqueo no tuvo límites. El día 8 de noviembre firmaron la pacificación de Gante que exigía la salida de los soldados españoles de los Países Bajos, acuerdo que Don Juan de Austria tuvo que aceptar para no perder totalmente el control de las provincias.
Con el saqueo de Amberes y la marcha de los tercios del ejército de Flandes, se perdió el fruto de diez años de esfuerzos por parte de la corona para recuperar el control de las provincias rebeldes.
Este incidente además sirvió para alimentar aún más la Leyenda Negra.
Posteriormente fue general de las tropas de Felipe II de España durante la campaña de la anexión de Portugal, como maestre de campo del duque de Alba Fernando Álvarez de Toledo, participó en 1580 en la batalla de Alcántara donde fue vencido Antonio I de Portugal; el 24 de octubre de ese mismo año conquistó Oporto.
No era hombre de gran cuerpo, antes de pequeño, algo repleto, y algo moreno, y de pelo negro, de condición blanda y apazible; tan bien quisto y amado de todos, que con gran contento le seguían los soldados a qualquier hecho que emprendiesse.
Murió durante la campaña de Portugal en mayo de 1583 como consecuencia de una herida recibida por la coz de un caballo. Sus restos, originalmente dispuestos en el convento de San Francisco de Lisboa, fueron posteriormente trasladados a la capilla mayor de la iglesia de San Juan Bautista de la ciudad de Ávila.
Uno de sus descendientes, Gerónimo Manuel Dávila, publicó en Valladolid en 1713 El rayo de la guerra, hechos de Sancho de Ávila, y sucesos de aquellos tiempos.
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Fernando Sánchez de Tovar. Almirante de Castilla.
El Tratado de Toledo de 20 de noviembre de 1368, que Enrique de Trastámara había firmado con Carlos V de Francia, decía que Enrique estaba comprometido con Carlos a prestarle ayuda militar naval en su pugna con Inglaterra (Guerra de los Cien Años). El francés reanudó las hostilidades con los anglosajones en 1369 y solicitó entonces colaboración del castellano, que se hizo efectiva y dio sus frutos en victorias como la de La Rochela (1372). A esto se añadía que el duque de Lancaster tenía pretensiones al trono castellano desde 1371.
En 1374 Enrique II nombró a Sánchez de Tovar Almirante Mayor, reemplazando así al fallecido genovés Ambrosio Bocanegra. Precisamente como marino Tovar demostrará su mayor destreza en la carrera militar. Ese mismo año se le ordena dirigirse hacia Inglaterra al frente de 15 galeras. A éstas se sumarán cinco más de Portugal, que, según el Tratado de Santarem (1373) firmado con Castilla, estaba obligado a aportar media decena de este tipo de embarcaciones (armadas) en las confrontaciones anglo-castellanas de la Guerra de los Cien Años. A la escuadra ibérica se unieron más tarde unas pocas naves más al mando del almirante francés Jean de Vienne, y la flota combinada realizó varias acciones de castigo sistemáticas contra la costa inglesa. Una de ellas fue un arriesgado asalto, y posterior saqueo, de la Isla de Wight (1374). Esto, junto con la destrucción de navíos enemigos en el Canal de La Mancha, también ayudaba a proteger la ruta comercial entre Castilla y Flandes.
En junio de 1375, la Tregua de Brujas puso paz entre todos los contendientes, pero en la práctica se quebró por la temprana y reiterada intervención de corsarios, primero ingleses y después de sus rivales. En 1377, ya abiertas oficialmente las hostilidades, el rey Trastámara tomó la iniciativa enviando de nuevo a las costas británicas a Sánchez de Tovar, quien junto a Vienne formó una potente flota de hasta unas 50 galeras con 5.000 hombres a bordo preparados para desembarcar. Propósito que llevaron a cabo atacando e incendiando las poblaciones litorales de Rye, Rotingdean, Lewes, Folkestone, Portsmouth, Dartmouth y Plymouth. Un mes más tarde hicieron lo mismo con Southampton, Hastings, Poole y de nuevo Wight, que quedó completamente arrasada.
En 1379 Juan I sucedió en el trono de Castilla a su recién muerto padre Enrique, mientras continuaba la guerra. En agosto de ese año, Sánchez de Tovar conquista con ocho galeras el castillo de La Roche-Guyon, capturando al mismo tiempo cuatro naos inglesas que portaban un buen número de tropas para la campaña del continente. Un año después, en 1380, zarpa de Sevilla al mando de veinte galeras (diez de ellas pagadas por el rey de Francia), con orden de reunirse, una vez más, con su homólogo galo, cosa que hizo a principios de julio en La Rochelle. La campaña comenzó con un victorioso enfrentamiento de los aliados en Winchelsea contra las tropas del abad de Battle, a las que hicieron huir, tras lo cual se retiraron hacia el puerto de Harfleur. Después de aprovisionar convenientemente barcos y tripulaciones, los dos almirantes ejecutaron la operación más ambiciosa de sus carreras: Partiendo a finales de agosto de Harfleur, se dirigieron a la desembocadura del Támesis, remontando a continuación el río hasta llegar a las proximidades de Londres, concretamente a la villa de Gravesend, la cual incendiaron, al igual que otras pequeñas aldeas costeras cercanas. La Crónica de D. Juan I da cuenta del inusual hecho con estas palabras:
Ficieron gran guerra este año por la mar, e entraron por el río Artemisa [Támesis] fasta cerca de la cibdad de Londres, a do galeas de enemigos nunca entraron
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